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miércoles, 7 de abril de 2010
La cabra siempre tira al monte
Las personas no cambian; maduran.
Una persona por mucho que diga que ha cambiado, acabará comportándose como realmente es. Las personas cambian, sí, pero no para siempre (nada es eterno). Una persona que sostenga que ha cambiado es una persona que se esconde tras una máscara que, tarde o temprano, acabará por sucumbir a la verdadera personalidad y carácter de la persona. ¿Y por qué?, porque una persona no puede engañarse a sí misma y ocultar su verdadero “yo”
Centrémonos en las parejas donde sucede mucho éste hecho. Cuando se rompe una pareja, siempre hay uno de los dos que acepta la ruptura (le llamaremos A, de aceptación) y otro que no lo asume (le llamaremos N, de negación). Como “N” no asume la ruptura, moldea, adapta su personalidad y carácter a los intereses e ideales de “A” para que le de una oportunidad. Los sentimientos son más fuertes que la razón, por lo cual “A” le da una oportunidad a “N”. Este no ha madurado y no ha aprendido de sus errores, con lo cual su cambio de personalidad no es permanente. “N” no podrá ocultar su verdadero “yo”, ya que una mentira no puede esconderse durante mucho tiempo (la mentira crece y crece hasta explotar y liberar la verdad) Así que el verdadero carácter y personalidad de “N” volverán a resurgir. Obviamente la pareja vuelve a romper.
Cuando una pareja se rompe, ¿quién te garantiza que no vuelva a romperse? Los motivos de la primera ruptura volverán hasta que el culpable madure, es decir, hasta que su personalidad evolucione.
Las personas no cambian; maduran.
9 de Enero de 2010
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